un sueño caliente + una reflexión de drogadicto

Por Andrés




 Soñaba que me tenían boca abajo en una cama. Con la mano derecha agarraba las sábanas como para disipar el dolor y con la izquierda me estiraba una de las nalgas para que la pega del otro weón fuera más fácil. Sentía que algo trataba de entrar en mí, horadando una parte de mi cuerpo que no se debía horadar. Estaba medio despierto, sabía que aquello no estaba bien, pero seguía permitiendo que me trataran de penetrar, en un placer medio raro que se traducía en un dolor que subía por mi espina hasta mi garganta. Me volvieron a abrir las nalgas, una lengua húmeda pasó por mí centro dejándome una sensación rara, como cochino.
 Lo sentí de nuevo, esta vez entró y el weón que me penetraba me felicitaba al oído mientras me mordía la oreja. Tuvo la mala idea de tirarse encima mío, no me dejaba respirar y el gemido se me entrecortaba, él juraba que la estaba haciendo bien, en realidad no podía exhalar aire.

 Sentía que me ardía el culo cuando de pronto me despierta la alarma: iban a ser las 10 de la mañana del miércoles, estaba boca abajo en la cama con toda la almohada babeada y húmeda. La hice piola, me desvestí, salté a la ducha y me masturbé tranquilo bajo el agua, me cepillé los dientes y bajé. En la cocina estaba la Peca sentada, leyendo una revista de Avon mientras se comía un trozo de piña. Le pregunté que qué onda, me respondió que mi vieja había salido temprano y que mi papá había tenido que ir por el día a Santiago a solucionar un problema en la oficina. Me sirvió una taza de leche con chocolate, una tostada con quesillo y un picadillo de fruta con yoghurt.

 En la noche salí con mis amigos de la universidad al centro, al Arica para ser más exactos. Me quedaba el último pito de la mano que había comprado hace tres semanas atrás. En realidad no sé para qué llevé el pito, pero lo llevé. No tenía ni ganas de fumármelo, pero estaba rodeado de 12 weones fomes que conversaban temas de la carrera mientras comían papas fritas y tomaban cerveza. Le dije a mi compañero fumeta a que me acompañara a la calle a fumarme el caño, pero no quiso. Sí se apuntaron dos compañeros que recién comienzan a yerbatear, así que nos fuimos para afuera, en tres minutos nos fumamos el susodicho y me senté de vuelta en el mismo asiento. A pesar que me gusta el Arica y que me sentía fuertemente sedado, tenía pena y miedo. Me sentía solo, escuchaba el ruido del bar bien lejos, estaba sentado con la boca seca y con el pecho caliente, sin hablar con nadie mientras los demás reían y tomaban.

 Desde que dejé el sexo me sumí en la marihuana. Fumando yerba se me calma lo caliente, dejo de pensar en sexo y se me es más fácil olvidar la carne humana. Con la marihuana algunos flotan, yo solo siento que el cuerpo se me arrellana más en los asientos, mis pasos se hacen más duros y mi cuerpo más pesado. He dejado una adicción para sumirme en otra. Si bien la marihuana me ceda, también siento que me deprime más. Estoy tan raro con la marihuana que me costó caleta redactar esto, pero se entiende.
 No fumaré más, hallaré pronto una adicción nueva (espero volverme adicto al gimnasio, espero espero).

 Al menos con el sexo hacía ejercicio.