La Llamada

Por Andrés

 No puedo negar que tengo miedo. Pero me quedo corto con la palabra "miedo". Debo decir que lo que yo tengo es algo más brutal que un simple miedo.

 Domingo 10:30 am, aún seguía ebrio. Estaba estacionado cerca de un Ok Market, llegué ahí unas horas atrás cuando el José Pedro me echó de su departamento por haberlo insultado y por haberle roto la chapa del baño. La noche anterior nos habíamos juntado los tres -José Pedro, Pablo y yo- en el departamento del primero a una noche de hombres. Cocinamos, nos sentamos en el balcón a tomar micheladas, luego nos fuimos caminando a un carrete cercano en donde tomamos como condenados y luego nos devolvimos a dormir al departamento. Cuando me desperté en la mañana estaba acostado en la alfombra del living, pasado a trago y a puchos, con la boca ácida y aún ebrio. El Pablo me pateó las piernas, me levanté de un salto y lo empujé y nos empezamos a pelear. No tenía idea qué pasaba. El José Pedro me gritaba, agarré mi mochila, mis lentes de sol, mis llaves del auto, entré al baño a lavarme la cara y de la rabia rompí el cerrojo.

-Hasta nunca, hijos de perra- les grité mientras se cerraban las puertas del ascensor.

 Después de haber manejado raja de curado hasta un estacionamiento cercano. Después de haber dormido una siesta de hora y media adentro del auto. Después de haber manejado cagado de sed y casi por arte de magia hasta mi casa, de la cocina agarré un bowl y lo rellené de Chocapic y leche sin lactosa de chocolate. Acostado en mi cama y viendo una maratón de Friends me quedé dormido, con caña, algo ebrio y sin saber qué había ocurrido la noche anterior. Solo sabía que yo había dejado la cagá.

 A la hora de almuerzo mi vieja me fue a despertar a mi pieza. Iban a ser las 4 de la tarde, yo seguía con la misma ropa de la noche anterior. En mi baño me cepillé los dientes, me mojé la cara y bajé a la cocina a almorzar. Con amor me había cocinado pollo al limón, arroz graneado y ensalada de apio con palta, mi comida favorita.

 -No has comido nada ¿Qué te pasa?

 -Nada, ayer me pelié con el José Pedro y el Pablo.

 -Déjame adivinar, peleas de curados. ¿Por qué mierda tomas tanto, Andrés?

 -Si no tomo tanto, si me cuido.

 -Cuando estábamos en el sur te tomaste todo el Disaronno. Dime, ¿con quién te tomaste el Disaronno?

 -Tú siempre dices que a los románticos nos encanta el dulce. El domingo en la tarde vino una compañera de la U a verme y le ofrecí un poco de amaretto. Al final terminamos tomándonos la botella.

 Trago dulce. Mamá siempre dice que a los románticos les encanta las cosas dulces. Cuando creía en el amor, me pasaba carretes enteros mezclando Stoli con agua de azahar, jugo de limón y almíbar. No tomaba cerveza, no tomaba whisky, solo tomaba cosas dulces porque pensaba que así mis besos serían más agradables. Pero después de un tiempo dejé de creer en el amor, y ahora lo único que tomo es cerveza y whisky, con hielo.

 Pero al maricón thrasher le encantaba el trago dulce. La botella de Disaronno se la tomó él solo, me decía que no le gustaba la cerveza ni nada, solo tragos dulces mientras se llevaba el vaso corto con mucho hielo y Disaronno a la boca, con una sonricita suave y nerviosa, mirándome a los ojos y haciendo que cada célula de mi cuerpo se derritiera.

 Tenía pena. Me había acordado de él, de esas cinco horas de conversación. De su historia, de su aroma y luego de su cuerpo, como una guitarra pálida recostada en mi cama.

 7 de la tarde. Tenía mi celular cargando en el piso, entre el desorden de ropa y zapatos. Estaba acostado en mi cama cagado de sueño, con un hacha clavada en toda la sien cuando de pronto me llaman, era el José Pedro. Le contesté pensando en que me diría lo qué había pasado la noche anterior, pero solo escuché gritos, garabatos y amenazas. Seguí durmiendo.

 Media hora después sonó mi teléfono, esta vez era un número desconocido. En la completa oscuridad contesté, una voz algo familiar me saludó.

 -Soy Alejandro.

 -¿Cuál Alejandro?

 -Ha pasado solo una semana ¿y ya te olvidaste de mí? jajaja tontito, soy yo, acuérdate que nos juntamos el domingo pasado.

 Me llamaba para pedirme perdón si no se había contactado conmigo antes, pero me explicó algo que se le había perdido el celular y que no tenía tiempo en la pega. Me dijo que había leído mi mensaje y que sí, que fuéramos "el otro martes" a tomarnos una cerveza al Arica porque "el otro martes" le pagarían. La experiencia me decía que no debía ser tan efusivo, así que muy discretamente le dije que genial, que fuéramos al Arica. Cuando corté el teléfono volví a caer en una espiral color ámbar hacia un vacío desconocido. Me costó respirar, cerré los ojos y todo se volvió más ámbar aún, y seguía cayendo boca arriba mientras el aire rozaba mis orejas y las puntas de mis dedos. Me quedé dormido.

 Una hora después me volvió a sonar el teléfono, esta vez era el José Pedro. Le contesté sin decirle nada, él me dijo todo. Me pedía disculpas por haber sido un pendejo, por haberme tratado tan mal. Me decía que me amaba, que era su mejor amigo y que jamás quería estar peleado conmigo. Me contó lo que había hecho la noche anterior, que me había puesto a tratarlo mal, que me curé raja y me puse odioso, que hablé mal de todos. Pero aún así me amaba, que era su mejor amigo.

 Bajé a comer algo. Mi vieja estaba viendo las noticias mientras se tomaba un café. La abracé, me arrellané a su lado por un momento y dormí un poco más. Ya entrada a la noche me duché, me puse mi pijama recién sacado de la secadora y almorcé mi comida favorita. Ayer -después de todo- fui feliz.

 Pero a pesar de todo, hoy tengo miedo. En unos minutos más serán las 00:00 del martes 2 de julio y no sé bien qué ocurrirá. ¿Será este martes ese "otro martes"? ¿será el próximo martes aquel "otro martes"? quizás aquel "otro martes" sea una fecha hipotética, una fecha falaz, por eso tengo miedo, no me quiero ilusionar.

 Estoy tan falto de amor que hasta la más mínima muestra de cariño me hace bailar en la desesperación.