Por La Cintura Cósmica del Sur

Por Andrés





 En Estación Miramar tomé el metro rumbo a Valparaíso. En mi Jansport una botella de agua mineral sin gas, un sándwich de pan centeno y una polera de repuesto no sé por qué. Cuando el metro estaba en la superficie bajo la luz del sol de las cuatro de la tarde, de mi bolsillo saqué mis lentes de sol y con sus cristales "color verano" -según el José Pedro- miré la bahía, sintiéndome reconfortado, sin prisa. 
 Me bajé en Estación Barón para poder caminar más. En las dependencias del muelle habían más de cien Toyota Yaris estacionados bajo el sol. Me imaginaba lo abrigadito que estarían las cabinas de esos autos, en toda la gente afortunada que los comprarían, los potenciales accidentes y los muertos y la sangre. Me paré al otro lado de la reja, cerré los ojos y me imaginé el exquisito olor a nuevo de cada uno de ellos. 

 Pasé por una tienda de ropa americana. Siempre me han dado alergia las tiendas de ropa americana, pero entré igual. Con los mocos colgando metí mis manos en un montón de ropa que estaba tirada en el suelo. Por $500 pesos compré una linda polera con un estampado en japonés. Seguí vagando por afuera de los locales con mis lentes y sus cristales "color verano", con mis bototos cafés y mi chaqueta de cuero. Los abuelitos cortándose el pelo en peluquerías pasadas de moda, perros echados en las veredas, niñitos recién salidos del jardín y sus madres llevándoles las mochilas. Pasé por afuera de una farmacia y entré a darme una vuelta por sus góndolas. Habían cepillos de dientes de colores, justo encontré uno negro. Nunca en mi vida había visto un cepillo de dientes negro, era tan cool que de seguro sería la envidia de mis compañeros y amigos. Con el cepillo en mi posesión, en Cardonal compré dos manzanas, una para mí y la otra no sé para quién: siempre hay alguien que anda con más hambre que uno. Subí al segundo piso a cachar qué onda, suculentos ceviches añejos adornaban unas vitrinas refrigeradas. Digo adornaban porque me tenté y quise comer uno, pero la chiquilla que atendía uno de los locales -y con un acento andino bien suave- me dijo con lástima:

-Esos son de adorno. Ya no queda nada. 

 Caminé por Errázuriz rumbo a la Plaza Sotomayor. Iban a ser las 5:30 de la tarde, de a poco estaba oscureciendo y los universitarios en hordas risueñas y bulliciosas caminaban por las calles, algunos llevando a cuestas portaplanos, otros otras cosas. Mientras caminaba me iba llenando la boca de pan para calmarme: los micreros con sus bocinas de mierda me tenían vuelto loco, nervioso e inquieto, pero a pesar de eso me calmé tratando de mascar las semillas de linaza una por una con la ayuda de mi índice derecho. Caminando, mordiendo apenas la yema de mi dedo, lentes "color verano", chaqueta de cuero, bototos cafés y Billy Idol cantándome al oído.  
 Me dio frío, no sé por qué quería llegar a la Plaza Sotomayor. Eran las seis de la tarde, ya estaba oscuro y tenía ganas de devolverme a Viña. Afuera de la estación del metro había un Krishna vendiendo comida. De su carrito sacó el último de sus panes y me lo vendió. 

-Andrés. ¿Tú?
-Mitra, pero en el carné me llamo Mauricio. 
-Mucho gusto amigo Mitra. Siempre vendes comida acá ¿o te vas a otra parte? el pancito está rico.
-Siempre estoy por el centro, justo hoy se me acabó el pan acá, pero otras veces se me acaba mucho antes.
-Entonces es difícil que te vuelva a ver, no vengo a Valparaíso con mucha frecuencia.
-¿En dónde vives?
-Viña. Estoy aquí porque tenía ganas de salir a caminar.
-¿Y por qué tan solo?
-¿Por qué tú estás solo? salí solo porque así puedo hacer las cosas que me gustan. Recién tenía ganas de conversar con alguien y ahora converso contigo. 
-Bueno eso es cierto. Cuando uno está solo hace lo que a uno se le antoja. 

 El amigo Krishna era un poquito moreno, más bajo que yo, 18 años o menos. Tenía frío, pero por cosas de decencia no le ofrecí mi chaqueta de cuero para que se abrigara. Sí le regalé la manzana extra que había comprado en Cardonal: él tenía hambre desde temprano y no podía comerse la mercadería. Comiendo su manzana con alegría, me acompañó hasta el metro mientras conversábamos sobre la soledad. Antes de despedirnos me dijo que a partir de ese día jamás volveríamos a estar solos, porque de alguna forma estaríamos juntos como amigos.

-Muy pronto te vendré a ver. 
-El lunes estaré a partir de las cuatro por acá.

  Entré al bar con un pan Krishna bajo el brazo y una bolsa del supermercado llena de queso laminado. Mis compañeros me estaban esperando desde hace rato. Dejamos pasar las horas tomando cerveza y comiendo pan, muertos de la risa. Mientras veía como todos eran felices comiendo pan y queso, me di cuenta que jamás estaría solo si siempre estaría dispuesto a compartir un poco de comida con alguien.

13 comentarios:

  1. Que rico salir a caminar, "a donde el viento me lleve" digo yo, es como relajante, llegan a pasar cosas divertidas y diferentes. Me encanta la canción que pusiste al comiezo, de hecho todas las canciones de Travis me gustan.
    Un abrazo Andres, siempre te leo y escribo, aue estes bien
    Alejandro (primera vez que dejo mi nombre jaja)

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  2. ohhh que lindo y místico lo del amigo krishna c: saludos.

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  3. hermoso y desconocido.
    Es muy entretenido y relajante caminar por valparaíso sin apuros, observando las casas y edificios viejos.
    saludos

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  4. al pan con queso ponle orégano, queda sublime.

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  5. esta será la nueva sección del Blog "consejos de vida con Andrew" <3

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  6. Le amé
    un abrazo enorme


    Clau

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  7. Me acaban de romper el corazón, estoy pal pico muerta de curá, y lo único que me alegra es tu blog ♥

    tengo mucha pena :c

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    1. PUCHA FLACA QUÉ TE PASÓ!!!??? Cuéntame por el Facebook. ÁNIMO FLACAAAA!!!!

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  8. que lindo escribes, dan ganas de conocerte igual
    cuídate :)

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  9. andres me meto todos los dias a ver si has subido algo, sube mas cosas! igual me gustaria hablarte por el face pero no puedo agregarte.. me conformo con dejarte saludos por aca :)

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