Te vi

Por Andrés

-Tu vida es demasiado sencilla.

-¿Crees tú?

-Sí, de lo único que te tienes que preocupar es de estudiar y nada más, mis hijos tenían que trabajar y estudiar, tú solo estudias... eso es un regalo de Dios.

 Era la mañana del viernes, a la Peca le contaba lo mal que había pasado la noche, que a eso de las 5 de la mañana me desperté con las muelas adoloridas luego de haber soñado que me las apretaba y me salía sangre a chorros. Tengo bruxismo, eso lo sabía de antes, pero lo que no sabía era que en un momento determinado me despertaría del dolor que aquello me provocaba.

 Rodrigo vino a dejar a la Rosario a Viña el viernes a la hora de almuerzo. Él pasó el día con nosotros y a eso de las 9 se fue de vuelta a Santiago solo. El sábado en la mañana llegó el Benja y nos reunimos todos como hermanos a celebrarle el día de la madre a la Pilar, mi vieja. Después de la siesta, a las 7 de la tarde, nos fuimos los tres al Marina Arauco a comprarle un regalo a mi mamá.

 Mi viejo nos pasó la tarjeta a mí y a mi hermano para que le comprásemos algo lindo a mi vieja. Como la Rosario no puede manejar porque tiene 9 meses de embarazo y al Benjamín le quitaron la licencia por haber chocado raja de curado un poste en el 2011, me pasaron a mí el jeep y nos fuimos los tres a la calle. 

 Por primera vez en mi vida me estacioné en el espacio de embarazadas y bajamos los tres con mucho orgullo. Vitrineamos sin rumbo fijo por las tiendas buscándole un regalo a la Pilar, mi hermana caminaba apenas, cansada y con recurrentes ganas de mear. En una de esas bajamos al primer piso, al baño acompañándola. El Benja y yo nos quedamos afuera esperándola, al lado de las máquinas automáticas de Cocacola. Hacía mucho calor, el mall estaba lleno, yo llevaba una chaqueta grande encima y mi hermano andaba a pura polera. De pronto diviso a unos metros al frente mío al Gustavo. Caminé unos pasos y me vio, me vio con sus ojos penetrantes y giró la cabeza, haciéndose el desentendido.

 -¡GUSTAVO! weón, ¿¡cómo estay!? 

 -¡Andrés! wena wena.

 -Oooooh, Gustavo, weón, qué contay, qué ha sido de tu vida. Gustavo, qué rico verte.

 -Jajajaja

 -Sí, weón, todavía te tengo tu regalo que te traje de Perú, quiero dártelo, con los niños tenemos ganas de verte, el otro día vino el Pablo a Viña, ¿supiste que está estudiando en Concepción? verdad que te conté. ¿Le compraste el regalo a tu vieja?

 -Sí. Andai abrigado. 

 Yo estaba emocionado de verlo, con él no hablaba desde febrero, pero él estaba ni ahí conmigo. Aún tenía en la retina ese rechazo que me hizo al no haberme saludado a buenas a primeras. Me sentía incómodo, me sentía patético, solo me limité a contarle que sería tío en unos días más. Corté la conversación con mucha pena y me despedí de mi otrora mejor amigo, el único amigo al que alguna vez lo vi como algo más que amigo.

 A mi vieja le compramos el Agua Fresca de Rosas, una billetera, un CD de Simply Red y un ramo de rosas.  Después de pasar a comprar sushi y luego por el supermercado a comprar una champaña y cosas para picar, nos devolvimos a la casa en donde habían prendido la chimenea. Ese leve olor a leña quemada me sumió en un estado letárgico bastante tristón. Nos sentamos los cinco como familia a conversar como en los viejos tiempos, pusimos un CD de Michael Bublé y compartimos hasta bien entrada la noche.

 Yo sé bien que para los ojos de los demás mi vida es sencilla, pero eso no me consuela:

 Lamentablemente nadie me entiende, ni siquiera yo.