Farewell, Primera Parte.

Por Andrés


   Iba 4 horas atrasado al segundo día del Lollapalooza 2014. Me di el lujo de llegar tarde después de haber pasado al Mcdonald's a comprar una de pollo clásica, con todo y papas fritas. Quizás de lejos me veía como un winner, arrogante, entrando tarde sin tener que hacer filas, lentes oscuros, bolsa capitalista del Mcdonald's en la mano y la pulserita bacán en la muñeca izquierda. Y cuando digo pulserita bacán es la bacán, la de los dos días, no la entrada barata por jornada. Todo un winner, pero estaba echo mierda por dentro, más infeliz que la chucha. El lujo no hace a la felicidad. Me acordé del Lollapalooza un año después, mientras estaba trabajando. Pasando por al lado de un cliente que tenía El Mercurio encima de la mesa: por el rabillo del ojo vi la palabra Lollapalooza en el titular y a mi mente vino todo lo que viví en el mes de marzo del año pasado, y especialmente sobre el festival. Un año después, todo en mi vida cambió.

   Llevaba dos semanas y medias trabajando de garzón en un café. No era mi primera pega del verano; ya a fines de enero me sacrifiqué de noche trabajando en un bingo, cantando números. Después de tanta alegría, amor, paisajes, viajes, ciudades, marihuana y el dolor de una despedida llena de sufrimiento, después de estar vuelto loco de amor por Joseph, me puse a trabajar para ahogar las penas de su partida. Lloré mucho, pero al menos mantenía la cabeza ocupada por las noches para llegar cansado a la casa, y dormir, sin su presencia. Fue heavy, todavía sigue siendo heavy pensar que el amor de mi vida -la otra parte de mi corazón- está en otras tierras, en otro hemisferio: mi Chanchito está en primavera y yo en otoño. He sufrido y puedo seguir diciendo que sigo sufriendo sin el Joseph a mi lado, pero al menos sé que este sufrimiento es corto -cortísimo- porque él se devuelve a vivir conmigo en Agosto. Ya tengo el pasaje para ir a visitarlo a Estados Unidos, tengo su amor a cada minuto de mis días, nuestro amor sigue tan potente como siempre, pero un poquito más largo, con menos tacto pero más contacto. Esta distancia la sufro, pero la voy encarando, y esta vez como hombre y no como pendejo, porque por la cresta que se me vienen duros estos próximos meses sin el Joseph, pero también los meses en los que estaremos juntos otra vez.

   Septiembre a marzo, increíbles. Santiago de Chile, Valle de Elqui, Calama, San Pedro de Atacama, Iquique, Arica, Perú. Mochileamos por todo el norte de Chile, cargados de amor y de sueños, paisajes, atardeceres y besos. Sin miedos ni culpas, tampoco preocupaciones. Mi viejo me dio 4 gambas para el viaje, el Joseph tenía 2 gambas más. Nos fuimos a pasarla muy bien y con harta plata, a vivir una luna de miel gastos pagados. Fue increíble. Y a eso sumarle todos los otros momentos perfectos que vivimos a lo largo de aquellos meses. El año nuevo fue soñado, maravilloso. Rockero y cargado de yerba, estuvimos toda la noche hasta el amanecer carreteando con los amigos. Podría estar muchas horas contándoles todos los dulces y perfectos detalles de cada una de nuestras citas. Pensándolo bien sería imposible contarles todo, porque estuvimos todos los días juntos. Mi vida ha sido perfecta, unbelievable, fucking amazing. Pero, a pesar de que se quedó casi dos meses más para darme su amor, mi pololo se tuvo que devolver a su país a terminar su carrera.
   Le queda tan sólo un semestre para titularse, hubiera sido inmaduro pedirle que se quedara. Debía irse para terminar la u y yo me tenía que quedar acá a salirme del clóset y juntar la plata para arrendar un departamento para vivir juntos. Ya estaba bueno, más que suficiente, de tanto arrumaco y amor placentero. En algún momento teníamos que volver a la realidad, bajarnos de esta nube perfecta que flotaba en el universo, para poner los pies en la tierra y ponerse a trabajar para que la cosa prospere. Así que con mucha madurez, pero con también harta pena, le tuve que decir adiós y esperar por él. En un rincón de Estados Unidos él también espera por mí. Seguimos juntos y seguiremos juntos por un buen rato más.

   He trabajado, creo que como nunca en mi vida. Y afortunadamente he juntado plata, quizás no mucha, pero plata al fin y al cabo.  Podría decir que harta después de haber recorrido todo el norte y también todo el sur. Con mi mejor amiga nos fuimos a pasar mis penas al sur de Chile. Y tampoco tuve que pagar, porque fuimos con mis viejos. Creo que este será el último viaje que vamos a tener como familia, porque de ahora todo será distinto.

   Mi vida sigue cambiando, no saben cuánto.