The One

Por Andrés

 Si rompí el vidrio, fue porque no tenía miedo. Besándolo con la llave de la gata del auto en la mano derecha, y con la otra acariciándole el rostro, de pronto sentí como el miedo iba saliendo vaporoso desde mi cuerpo. Sin pensarlo dos veces más, quebré el vidrio de uno de los baños y me dejé llevar por la adrenalina. Con él al lado mío no tenía nada qué perder, así que me sumergí en el viaje y en el sonido del mar, para luego vivir uno de los momentos más dulces de mi vida.

 Con él llevo saliendo dos semanas que se sienten como dos años. El tiempo ha pasado lento estando con él. Su aura dorada, dulce y extranjera han hecho de mis días una verdadera delicia. Nos conocimos en condiciones inverosímiles, nos conquistamos esa misma noche en una sala de espera en la urgencia de una clínica. No sé si fue por el hecho de que a los dos nos guste tanto la marihuana, o el hecho de que nos conectamos en primera instancia la razón por la cual llevamos viviendo todo esto juntos. Se siente bien, everything is feeling fucking great. 

 Para tomarse su tiempo se requiere tomarse un tiempo. El movimiento lento necesita calma, un poco de frescura y ganas. Joseph se deja guiar por mis manos recorriendo su cuerpo, poseo su paciencia y he ido haciendo de él un espiral de sensaciones que desde su misma boca han confirmado la efectividad de mi labor como compañero sexual. Somos felices juntos, el mejor sexo de mi vida ha sido con él. El mejor sexo de su vida ha sido conmigo. 

 No puedo cerrar mis ojos sin poder borrar de mi mente la expresión de felicidad de su rostro mientras nos besamos. El muchacho más hermoso que ha pasado por mi vida no solamente se entrega por completo a mí, sino que yo también me entrego a él en plenitud. Nuestras inocentes almas se han ido trenzando de a poco, hay momentos en el que ni yo me lo puedo creer. Por primera vez en la vida tengo tanta felicidad adentro de mí, por las mañanas me levanto con el ánimo de hacer todos mis deberes temprano para desocuparme pronto, pa' verlo a él. 

 A su lado ningún tiempo es perdido. Si me he escapado de clases para pasar la tarde entera junto a él ha sido para mejor. Ayer apagué mi teléfono, lo pasé a buscar a su casa, nos fuimos rumbo al norte. Una barra de chocolate, agua y marihuana, tiempo, día nublado de sobra. Mientras manejaba, reposó su cabeza en mi hombro derecho. Llegamos hasta la playa privada más hermosa de la región: una playa en el medio de un condominio de lujo al que entramos por pura cuea. Éramos los únicos en el tremendo recinto. Caminamos de la mano hasta el mar, ahí armamos un caño y sentimos el sol descender sobre nuestras cabezas. Las casas de aquel condominio eran tan caras, que la gran mayoría no tenían dueño. El rebote de la luz blanca de las nubes en las casas nos dio antojos de querer entrar a una de ellas. Le di a elegir la que más le gustaba, lo invité a saltarnos la reja y ahí, en el patio y con una llave de acero en la mano, procedí a romper la ley para hacerlo feliz. 

 Nuestra casa tenía 6 piezas, 4 baños y la cocina de mis sueños. Por seguridad nos tomamos la más alejada del exterior y ahí, mientras la noche se asentaba, nos dispusimos a tirar sin miedo a nada, sin relojes ni obligaciones. Solo él y yo en nuestra casa propia, sintiéndonos la respiración, los besos y al mar bramando a lo lejos. No tuvimos que pagar ni hipotecarios ni impuestos, esa casa ahora es nuestra. Aquel muchacho también es mío, tengo tanta ganas de verle mañana, de llevarlo a vagar conmigo y hacerle feliz. Mi sistema de creencias tiene rostro de Joseph, si no sintiera que esto es real no estaría haciendo lo que estoy haciendo ahora. Sus besos me lo dicen, sus gemidos me lo dicen, su total y completa entrega me lo dicen. 

 Él me ha correspondido. Es el primero, es el único.
 Joseph, the one.