La noche llegó mientras yacía apaleado por un caño potente. En un Corsa plateado de tres puertas estábamos los tres fumándonos tres caños, estacionados en un rincón de la costanera vacía salvo algunos pelagatos que trotaban. El frío me pelaba las manos.
Tiritón tomaba de una caja de jugo de piña Andina mientras trataba de hilar las palabras. No pude hilarlas bien. La Carmen Gloria soltaba risitas mientras a sonrisa de oreja a oreja nos decía lo volada que estaba. Habíamos llegado ahí de la nada, luego de haber comadreado la tarde entera, después de que un amigo me invitó a fumar. No solo me invitó, sino que también me regaló. 10 de la noche, ya en casa, bajo las frazadas mi mente se asentó desde el techo.
Si antes era desesperación y angustia, hoy es soledad y anhelo. Otrora el sexo suplía -en parte- esa necesidad de mierda de querer estar con alguien, como quien quita el hambre comiéndose un chocolate: no te alimenta, pero al menos te llena. Atrás quedaron esos tiempos en los que fantaseaba con algo más con aquellos a los que les metía el pene. Hoy camino por la ciudad con la esperanza de que, en algún momento, conozca a alguien con quien fantasear. El momento aún no llega, quiero que llegue pronto.
En soledad los días son más fríos y las tardes más oscuras. Rico es que a pesar de todo estoy rodeado de buenos amigos, amigos que están igual de solos que yo. Y en parte es eso lo que me hace feliz: con todo este cambio en mi vida volví a ser normal, a ser uno de ellos. Quizás por eso mis días son más llevaderos ahora, porque a pesar de estar solo hay gente que quiere estar conmigo, fumar conmigo, reír conmigo, llorar conmigo. Querido amigo, muy querido.
Lennon hablaba algo así de no ser la media naranja de nadie. Hasta el momento mi vida es plena, pero sería más plena aún con alguien a mi lado a quien amar. Ya estoy harto de tener que volcar mis afectos en mis amigos, y no porque no me guste sino que porque no es sano para mí tratar a mis amigos como a mis parejas, agasajarlos y adorarlos, atenderlos y darles la tremenda felicidad que llevo adentro, como aquellos homosexuales sin hijos que vuelcan todo el amor paterno en sus sobrinos. No es sano.
Mucho tiempo pasé afuera del mundo, parapetado en aquellos muros sórdidos. Tanto tiempo pasé cruzando las llanuras lúgubres en solitario que me olvidé de que todos estamos igual, salvo yo que suplía la necesidad de la manera incorrecta. Hoy veo hacia al lado y me veo reflejado en otros. Me consuelo y de paso consuelo a otros, los escucho y me siento identificado. Para endulzar la vida enrolo un caño y les invito a vagar en compañía, a conducir por la ciudad en carreteras de seda, viendo caer la noche.
Poco a poco me convenzo de que no necesito un marido para ser feliz, con los amigos me basta y me sobra. En otros momentos aquello no me convence tanto. Mientras tanto, las penas con pan son menos y la soledad se pasa con una simple llamada.
Somos todos miembros de un club de solteros que vagan por la vida.
Me llego tu entrada.. osea exactamente cierta parte, ya te lo dije por face xD
ResponderEliminarQue bueno que sigas escribiendo, siempre espero leer algo tuyo, suerte.
ResponderEliminar:ooo
ResponderEliminarMe gusta mucho que te hayas dando cuenta lo que vales. Parece que tienes mcuho que entregar.
ResponderEliminarP.
yo creo que antes de entregar amor a una persona, te tienes que amar a ti mismo y eso se va reflejando en cosas como las que nos cuentas, que no necesitas estar con alguien para estar pleno, eso es algo bueno.
ResponderEliminarbuena entrada