Amor de caña

Por Andrés



 Mi tía Carmen Gloria está vuelta loca. Y no hablo de un estado mental de ira o histeria, sino que de locura vaginal, locura de calentura, locura locura. Cuando llegamos a la casa de mis abuelos en Talca para quedarnos unos días antes de irnos al aeropuerto para tomar el avión, a mi vieja la llenaron de cahuines, de que la Carmen Gloria dejó a Esteban, que ahora anda por Providencia curándose raja en los bares de la mano de un weón 15 años menor, que el tipo es un roto, que no sabe de nada de cultura, este tipo es un flayte de mierda.
 Arriba del auto rumbo a Santiago, de Santiago a Ñuñoa para dejar guardado el jeep en el estacionamiento de un amigo, de Ñuñoa al aeropuerto en el taxi para tomar el avión, del avión a Guarulhos, todo el viaje hablando de la situación, de la calentura, del poco recato, del pobre Esteban. Yo callado iba desde adentro defendiendo a la Goya en su despertar sexual, de su locura vaginal, de sus piernas abiertas y bien aromáticas. Me iba identificando con mi tía, en un espectro más masculino, pero identificándome. Solo me puse los audífonos e ignoré la orden de apagar los equipos electrónicos: mientras despegaba me iba mamando solito un Run Like Hell de contrabando. Todo bien.

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