volvió Andrés


Por Andrés





 No les puedo negar que mi vida sexual murió desde que comencé a pololear. Nunca he sido bueno para pololear ni con minas, ni con hombres, pero con lo de la muerte del anterior blog y con los deberes de la universidad mi carne se puso débil, se envolvió en grasa y bajó la cossa mamona: me convertí en un master ñoño, ratón de biblioteca y macabeo. Todo mi ser se fue en detrimento, mi espíritu -que es mezcla de Matías Vicuña y Chinaski- se fue de vacaciones, junto con mi sex appeal. 
 ¿Cómo podría ser que Andrés Ossandón, uno de los seres más borderline que existe en la gran comarca chilena, haya caído tan bajo? me preguntaba cuando tenía un bong cargado en marihuana en mis manos, mientras que mi celular tenía tres llamadas perdidas de mi polola, una tarde en Maitencillo después de la última prueba de la U. ¿Cómo pude haber caído tan bajo, de recién reencontrarme conmigo mismo mientras estaba tirado en el pasto alrededor de una piscina, volado hasta las cachas y con una cerveza fría en las manos? Yo no era así, yo no soy así, me intercambiaron por otro, y en parte fue culpa del pololeo. Esa misma noche corté de cuajo todo, y maté el amorío por teléfono: la vida loca volvió suavemente hacia mí, otra vez. 
 Poco a poco volví a ser el mismo. Me puse a dieta, saqué del closet mis zapatillas deportivas llenas de polvo y cargué mi teléfono con nueva música para salir a trotar, y troté hasta que no pude más. El espíritu Vicuña - Chinaski fue de a poco revitalizando cada célula muerta de mi cuerpo. De pronto la sensualidad del mundo apareció ante mí cuando comíamos con mis amigos de la U los primeros duraznos de la temporada: al más rico de ellos le chorreaba el jugo acaramelado por la pera, manos, brazos y polera, y mis ojos recorrían cada parte de su cuerpo, sus dientes destrozando la fruta, imaginándome hacer lo mismo con su abultado paquete envuelto en ese glorioso short deportivo que vestía esa tarde. Para seguir deleitándome, invité a todos los presentes a tomar cerveza al Journal: me di el gusto de caminar por España, rodeado de hombres drogados y ebrios, rumbo al atardecer más hermoso del mes que nos recibió en la playa. 
 Otro pito salió de la nada cuando estábamos tirados en la arena. El momento sexy surgió cuando el mismo weón, al que le cuarteaba el paquete mientras comíamos duraznos, me hacía tenaza imaginaria con los dedos índice y pulgar para que le pasara el pito que yo fumaba: cerraba los ojos y abría la boca, como si aquel pito fuera mi pene. En ese momento el maricón quería algo de mí, y yo ya me urgía por bajarme los pantalones y metérselo en la boca. Todo había vuelto a su centro, yo había vuelto a mi centro, Andrés Ossandón surgió entre las cenizas, y la historia comenzó de nuevo, otra vez. 

 Bienvenido verano, esta vez no te suelto.

3 comentarios:

  1. buena Andrew, por fin podre calentarme de nuevo con tus historias. PD: que la Dominga termine la historia de amor inconclusa en la innombrable :D

    ResponderEliminar
  2. LOS AMO LOS AMO !!!!!!!!

    ResponderEliminar
  3. le castle vania remix... me suena a un videojuego que me gustaba mucho ._.

    ResponderEliminar