Ayer llegué a la ciudad, tipo 5, cargado en marihuana. Últimamente se me ha hecho casi imposible comprar merca acá en Viña, por lo que me aseguré comprando cuando tenía ahí mismo -debajito de mis narices- el aroma indomable a hierba y a selva de una mano de Skunk: cuarenta lucas de una.
Me gusta mucho el horario de verano, me gusta cuando el año se parte por la mitad a principios de septiembre y las fresias del jardín florecen, y me da alergia, y me chorrea el moco de la nariz y la garganta se me aprieta pero yo soy feliz porque el aroma de las fresias lo valen y porque la primavera y el sol son la zorra. Garganta apretada, mocos colgando y voz seca, estacioné mi auto, me enjuagué la boca con un poco de agua mineral, un Orbit, un poquito de Blistex y me bajé del jeep, crucé la avenida y me creí el cuento, como siempre.
Son recurrentes mis visitas a su oficina, ya van varias en lo que va del mes, así que ya casi no necesito identificarme con la secretaria, ni con el guardia ni con ningún otro weón. Entré al lobby, sin sacarme los lentes de sol saludé al guardia con un gesto, a la secretaria le señalé una carpeta que llevaba en la mano y le dije fuerte, sin detenerme y sin mirarle a la cara:
-Vengo a dejarle estos documentos a Felipe, él sabe que estoy aquí.
Y me subí al ascensor, care raja.
Cuarto piso. Felipe es de los pocos que saben mi nombre real. Es raro, porque mientras nos comemos usamos nuestros nombres reales y eso es raro, es rarísimo, pero nos tenemos cierta confianza así que rico. Él es mayor que yo por unos cuantos años, ya egresado, ya consagrado, vive con su polola en un departamento bastante cool, perro incluído y fotos de los dos en una playa de algún país bananero. A pesar de todo lo anterior, Felipe es gay pero no se le nota, para nada. Le encanta la pichula, pero pasa piola, y eso me la para brígido y a él también.
Cuarto piso. Entré a su oficina con la carpeta en la mano, no golpee ni avisé, solo entré. Se reclinó hacia atrás, cruzó los brazos y me miró desafiante, caliente. Me saqué los lentes, los dejé encima de su escritorio. Me di la vuelta, me paré al lado de él y no le dije nada. Jugué con su pelo un rato, me acerqué a su cuello y me drogué con su perfume y ese cargado aroma a hombre que siempre anda trayendo encima. Nos besamos, nos comimos un buen rato en esa oficina-ventanal sin persianas ni cortinas que da directamente a la calle. Poco nos importó si nos veían, si de pronto entraba alguien y nos pillaba agarrándonos todo, poco y nada importaba. Mientras su mano escudriñaba mi bóxer, hábilmente con la lengua le regalé el Orbit que mascaba, me subí los pantalones, me puse los lentes de sol y me fui, sin cruzar palabra alguna.
No sé cómo llegué a terminar el día sentado debajo del portalón abierto del jeep, en un mirador escampado y secreto de la ciudad yo y tres compañeros más de la universidad, escuchando la Futuro y hasta atrás como cola de perro de drogados. No sé cómo me senté a ver Seinfield a las cuatro de la mañana con un tazón recalentado de lentejas y arroz, tomándome una cerveza con la garganta apretada y el moco chorreando. Solo sé que todo lo que hice y lo que estoy haciendo me hace feliz, más que la mierda, tanto así que hoy en la mañana mientras me duchaba para ir a la universidad me dije fuerte, claro y sin vacilar:
-Soy feliz.
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la marihuana hace feliz a todos ¡VIVA LA MARIHUANA! saludos andresito, te extrañabamos
ResponderEliminarMe gusta que seai feliz. Te extrañaba.
ResponderEliminarQuien como Tu...
ResponderEliminarJoven, lindo, libre y loco...
Ya viene el atardecer, el día del cometa JF quizás deje de respirar o simplemente... No se, las cartas están echadas...
Un abrazo.
JFTB <
es bueno sentirnos asi, te quiero
ResponderEliminarhace mal desaparecer mucho tiempo.....aca esta la prueba...fome....ponte las pilas!!!!!!
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